domingo, 30 de enero de 2011

Continuamos el ejercicio de vocabulario (II)

El vocabulario de la liturgia y su forma de orar en las distintas plegarias de las celebraciones litúrgicas, fueron el bagaje espiritual de los mártires, de los Padres de la Iglesia y de los confesores.

Cuando oraban a Dios, espontáneamente afloraban en sus labios y brotaban en sus corazones las expresiones que tantas veces habían oído en la iglesia (o que ellos mismos habían pronunciado al presidir la celebración de los sagrados misterios).

Después de haber visto y analizado en cierto modo dos ejemplos de san Eulogio de Córdoba, comparándolos con las formas hispano-mozárabes, veamos algún caso más, ciertamente ilustrativo.

El martirio de san Fructuoso de Tarragona (Actas de los mártires) nos ofrece un detalle singular. Cuando ya se ha descalzado y va a entrar en la hoguera, Félix, un cristiano, se le acerca y le pide que se acuerde de él. La respuesta de san Fructuoso es un ejemplo de cómo la liturgia se grabó en su mente y corazón: "Yo tengo que acordarme de la Iglesia católica, extendida de Oriente a Occidente". ¿Qué es esto? Esto es simplemente citar espontáneamente el primer díptico que se recita en la Misa hispano-mozárabe, el díptico por la Iglesia. En él se pronuncia:

"Tengamos presente en nuestras oraciones a la Iglesia santa y católica: el Señor la haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad".

En latín se ve el paralelismo clarísimo:

San Fructuoso responde: 
"In mente me habere necesse est ecclesiam catholicam, ab oriente usque ad occidentem diffusam".

El Díptico reza:
"Ecclésiam sanctam Cathólicam in oratiónibus in mente habeámus, ut eam Dóminus fide et spe et caritáte propitius ampliare dignetur".

San Fructuoso ha dilatado su corazón hasta ser un alma eclesial, que en el momento supremo del martirio, expresa su ofrecimiento eucarístico-sacrificial por la Iglesia como una liturgia viva. "In mente habeamus", "tengamos presente en nuestra oración". ¡Qué ejemplo de asimilar los textos y la espiritualidad de la liturgia!

O la misma oración de san Policarpo de Esmirna, discípulo directo de san Juan evangelista, en los albores del cristianismo. Oírle a él rezar antes de ser sacrificado, es oír una plegaria eucarística, una anáfora. Oró y lo hizo con un lenguaje litúrgico:
“Ligadas las manos a la espalda como si fuera una víctima insigne seleccionada de entre el numeroso rebaño para el sacrificio, como ofrenda agradable a Dios, mirando al cielo, dijo:
    “Señor, Dios todopoderoso, Padre de nuestro amado y bendito Jesucristo, Hijo tuyo, por quien te hemos conocido; Dios de los ángeles, de los arcángeles, de toda criatura y de todos los justos que viven en tu presencia: te bendigo, porque en este día y en esta hora me has concedido ser contado entre el número de tus mártires, participar del cáliz de Cristo y, por el Espíritu Santo, ser destinado a la resurrección de la vida eterna en la incorruptibilidad del alma y del cuerpo. ¡Ojalá que sea yo también contado entre el número de tus santos como un sacrificio enjundioso y agradable, tal como lo dispusiste de antemano, me lo diste a conocer y ahora lo cumples, oh Dios veraz e ignorante de la mentira!
    Por eso te alabo, te bendigo y te glorifico en todas las cosas por medio de tu Hijo amado Jesucristo, eterno y celestial Pontífice. Por él a ti, en unión con él mismo y el Espíritu Santo, sea la gloria ahora y en el futuro, por los siglos de los siglos. Amén”.
    Una vez que acabó su oración y hubo pronunciado su “Amén”, los verdugos encendieron el fuego” (Carta a la Iglesia de Esmirna, cap. 13,2-15,2).
Vistos estos ejemplos, ¿qué podemos deducir, adónde pueden conducirnos?

-El lenguaje de la liturgia había sido interiorizado plenamente por los santos, los mártires, los confesores y los Padres de la Iglesia. Lo habían oído -en su lengua, claro- muchísimas veces en la liturgia y por aquella participación real y fructuosa en la liturgia, esos textos los habían hecho suyos. Al oírlos en la Iglesia, los escuchaban con los oídos del corazón, los saboreaban, marcaban su espiritualidad y su propia eclesialidad. La liturgia había generado en ellos un modo personal de orar, un estilo a la vez que unos contenidos (lex orandi) que asumían ya como propio.

sábado, 29 de enero de 2011

Vamos a hacer un ejercicio de vocabulario (I)

Leyendo un texto de san Eulogio de Córdoba (s. IX) me ha llamado la atención un hecho: parecía una plegaria de la liturgia mozárabe. No, no lo era. Era simplemente una oración con la que cerraba su Memorial de los Santos. Pero es una forma muy común en los Padres de la Iglesia y los mártires (ya otro día haremos otros ejercicio) que cuando rezan en voz alta o escriben, les sale un estilo que es totalmente litúrgico: ¡hasta tal punto han ido haciendo suyas las palabras, las formas, el estilo literario de la plegaria litúrgica!

Vamos al caso concreto. Concluye san Eulogio su tratado sobre el martirio de tantos santos poniendo en labios de Santa Flora y María una plegaria, dirigiéndose a Dios así:

Señor Dios omnipotente, que para quienes esperan en ti eres consuelo verdadero, para quienes te temen remedio inagotable y para quienes te aman gozo perpetuo: enciende con el fuego de tu amor nuestro corazón y con la llama de tu caridad abrasa el interior de nuestro pecho a fin de que podamos consumar el martirio emprendido; para que cobre fuerza en nosotras [refiriéndose a las mártires Flora y María] la hoguera de tu cariño y así se aparten de nostras las tentaciones de los pecados y huya lejos el perturbador hormigueo de los vicios; para que, iluminadas por el don de tu gracia, podamos despreciar todas las delicias del mundo y quererte, temerte, ansiarte y amarte continuamente con mente pura y votos sencillos.

Danos, Señor, tu auxilio en la tribulación porque vana es la salvación de los hombres.

Danos fortaleza para luchar en este combate y vuélvete a mirar desde Sión para liberarnos, a fin de que podamos seguir tus pasos y apurar con boca placentera el cáliz d ela pasión. Pues Tú, Señor, cuando en el pasado tus israelitas gemían bajo el cruel yugo de los egipcios, no sólo los liberaste con tu poderosa diestra, sino que también hundiste en medio del mar y trituraste por completo para gloria y honor de tu nombre a Faraón y su ejército.

Da a nuestra debilidad tu invencible apoyo para resistir alenemigo en este choque.

Concédenos el inexpugnable auxilio de tu diestra entre las formaciones de los demonios y de los hombres que se levantan contra nosotras.

Opón en defensa nuestra el escudo de tu divinidad y proporciónanos tu socorro para combatir por ti varonilmente hasta la muerte, a fin de que podamos pagar con el derramamiento de nuestra sangre la deuda contraída con tu pasión; para que, al igual que Tú mismo te dignaste morir por nosotros, nos hagas también perecer por ti con un digno fin en el martirio; para que escapemos de los tormentos del suplicio eterno por medio de la espada del mundo y, tras dejar el fardo de nuestra carne, merezcamos llegar a ti felices.

viernes, 28 de enero de 2011

Grande de verdad (Sto. Tomás de Aquino)

Como lumbrera de la Iglesia, santo Tomás sigue brillando. A nadie le cabe la menor duda. Muchos pretendidos "teólogos" que simplemente son voces mundanas que se apartan de la fe y quieren transformar la Iglesia (y se califican de "profetas"), han pasado y siguen pasando, y no queda más que un vago recuerdo de ellos y del daño que sembraron. No son nada y nunca lo fueron; pero santo Tomás, con su construcción teológica firme y el método de su pensamiento, no pasa sino que permanece como segura referencia.


Fue verdaderamente grande. Sus contemporáneos lo sabían y lo reconocían (aunque esto no evitase las envidias de los mediocres sino que las acrecentaban) sobre todo en el ámbito académico de la Universidad de París. Quien brilla con luz propia, sin quererlo provoca la envidia de los que son incapaces de nada excepto de medrar.

Pero esta grandeza de santo Tomás, grandeza no sólo de pensamiento sino grandeza de alma, iba unida en él a una sencillez -simplicitas- admirable que, para quien no lo conocía o sabía quién era, le resultaba un fraile muy normal, normalísimo, más bien callado y ensimismado, ajeno a la vida social (para él, una pérdida de tiempo estar "alternando" con tanto como tenía que rezar, pensar, escribir y predicar). La verdadera grandeza de alma se muestra en la normalidad de una vida que no exhibe lo propio, sino que son los otros quienes tendrán que descubrirlo; no ostenta títulos, saberes, amistades, influencias o trabajos pasados, sino que oculta lo propio con discreción, silencio, humildad y un saber estar constante, aunque los demás lo menosprecien porque en apariencia no es nadie. Anécdotas de este género las hay abundantes en la biografía de santo Tomás. Y siempre ha sido así: algunos más sencillos pueden "viajar" a Oriente y contarlo como si hubieran ido al pueblo de al lado, sin darle mayor importancia, y otros viajan al pueblo de al lado y lo cuentan como si hubieran ido a Oriente, ponderando con exageración todas las cosas.

Esa humildad profunda de santo Tomás nace de una sincera piedad, casi candor, en el trato con el Señor. Sólo a Él quería como recompensa. Acudía al coro gozoso, como buen fraile dominico, para el canto del Oficio divino, necesitaba orar en silencio ante el Sagrario, se extasiaba ante el Crucifijo y así escribía, y sus viajes eran viajes en silencio, con su inseparable secretario, para orar, contemplar, y seguir escrutando, en la medida en que la razón puede, el Misterio de Dios.

jueves, 27 de enero de 2011

Comunidades virtuales (como ésta por ejemplo)

Quisiera elevar a reflexión algunos datos de experiencia.

Este blog se presentó y quiere seguir siendo un lugar de formación (catequización o evangelización, como queramos llamarlo) para ahondar en el Misterio de la fe, una catequesis continua de adultos. Abarca, en general, tres ámbitos: la teología, la liturgia y la espiritualidad. Nunca se planteó ni se quiere presentar como un foro de discusión ni una plataforma de reivindicación de nada. ¡Lejos de eso! Se presenta, más bien, como un salón parroquial de catequesis para adultos o una aula catequética de iniciación y profundización en la vida católica. Hasta aquí queda claro y me parece que todos lo tenemos muy asumido desde el principio.
Un segundo dato: los números, que parecen bastante estables (¿estancados tal vez?). Una media de 100 personas diariamente (más de 200 visitas) entramos aquí con fidelidad admirable, sumando que tal vez algunas personas entrarán cada dos o tres días y se actualizarán en la lectura. Formamos sin conocernos una cierta "comunidad virtual" católica con un mismo interés (formación católica) y un mismo estilo (eclesial, fidelidad a la Iglesia). 

Un tercer dato: en esta comunidad virtual (Corazón eucarístico de Jesús) se comienza a entablar una relación personal mediante los comentarios. Éstos son importantes, no sólo dirigidos al autor del artículo, sino glosando lo dicho, matizando, presentado otra perspectiva y también -muy lentamente- entre los propios comentaristas donde se está generando una afinidad muy buena. Desde luego el tono es agradable: el trato es respetuoso -aquí se habla de "usted" y el tuteo sólo fuera del blog (en nuestra "cultura" el tuteo no es signo de confianza sino de igualitarismo)-, aquí no se grita, no se vuelve uno sarcástico. Porque la finalidad de los comentarios en este blog es la comunicación de experiencia cristiana, o la aportación de algo que a todos nos pueda enriquecer, o la pregunta sobre algo... De esta forma, poco a poco, nos vamos conociendo en el blog (Miserere, Aprendiz, NIP, Desde Sevilla, Felicitas, Capuchino de Silos, Pedro Gómez Arroyo... etc, etc.) e incluso después, en privado, los emails sirven de contacto (al menos conmigo), de acompañamiento cristiano, de consulta privada... ¡de amistad cristiana!

Aquí se cumplen en parte las características de una Comunidad virtual que señalaba Miserere en su blog sobre las tecnologías al servicio de la evangelización (aconsejo siempre su lectura y está enlazado en la columna derecha):

  1. Grupo de personas
  2. Que buscan satisfacer determinadas necesidades comunes
  3. Que intercambian información sobre estas necesidades
  4. El intercambio se realiza con un protocolo asumido por todos sus miembros
  5. Se apoya y desarrolla por medio de herramientas tecnológicas que permiten reunir a las personas y gestionar el intercambio y ofrecer satisfacción de sus necesidades.

miércoles, 26 de enero de 2011

La zarza anuncia la Encarnación del Verbo (Ex 3)


La Tradición, recibiendo la interpretación cristológica de la zarza, la llevó hasta sus últimas consecuencias viendo en ella una maravillosa prefiguración de la encarnación del Verbo de Dios en el seno virginal de Santa María. Se apoya la interpretación en que la llama del fuego no consume la zarza que queda igual, preservada, sin consumirse.

    Es clásica la interpretación que realiza san Gregorio de Nisa: “Este pasaje nos revela también el misterio de la Virgen: luz de Dios por la cual él ha iluminado a todo el mundo. Como la zarza no se consumía, así la Virgen quedó intacta en su alumbramiento; no se marchitó la flor de su virginidad” (Vita Moys., II, 21).

    Dejando Capadocia, el área de Nísibe con san Efrén, sin ser tan explícito como el Niseno, sí apunta a la zarza en relación a su encarnación en algunos de sus himnos vinculados al tiempo litúrgico de la Manifestación del Señor. En un himno de Epifanía canta san Efrén:

“12. Que se haga pequeño el que es grande,
para que por medio de él crezca el que es pequeño;
que imite al más grande de todos,
que vino a ser el más pequeño de todos:
se empequeñeció, e hizo grandes a todos.

13. El humilde que se viste
del Altísimo en las aguas,
por despreciable que sea su aspecto,
su interior es muy grande,
pues quien es más alto que todos ha venido a morar en él.

14. ¿Quién podría, en efecto,
despreciar a la zarza,
desdeñable, insignificante,
pero en cuyo interior habita
la majestad del fuego?” (S. Efrén, De Epiphania, IV)

martes, 25 de enero de 2011

Conversión de san Pablo

El impetuoso y convencido Saulo no podía esperar que en el camino de Damasco ocurriera el encuentro y la llamada con el Señor Resucitado que iba a cambiar por completo su vida. Él, el perseguidor, iba a ser constituido en el misionero y portavoz de la Palabra para construir. ¡Dios irrumpe en la vida de los hombres!

Esta conversión, realmente providencial para la extensión del cristianismo, saca lo mejor de Saulo para ponerlo al servicio del Señor. Si Saulo era impetuoso, constante, valiente, audaz, en las tradiciones farisaicas y en la defensa de la fe de Israel -como él mismo se describe-, el nuevo Pablo, ahora con una causa mayor y más hermosa, tendrá el ímpetu y el celo misionero de quien ha descubierto realmente el tesoro enterrado y la perla escondida. Ha descubierto a Cristo (para ser más precisos, Cristo se le ha descubierto a él) y todo ha cambiado de una forma tan maravillosa que no puede dejar de anunciarlo, de predicarlo, de llamar a todos al encuentro con el Señor. ¡Todo era basura!, comparado con el conocimiento de Cristo Jesús, su Señor. Por eso sale a los caminos, a los puertos y ciudades, para anunciar el Evangelio. Sufre si alguien no lo conoce, siente de veras que muchos no hayan llegado al conocimiento pleno de Cristo.

Esa es la experiencia de san Pablo pero también de todos los conversos que en la historia de la Iglesia han concurrido. Tienen un celo grande, un ímpetu desbordante, que les impulsa constantemente desde el momento en que han conocido a Cristo y se han entregado a él. La experiencia del amor de Dios en sus vidas ha sido determinante para entregarse al Amor. Ya no comprenden cómo pudieron vivir años y años sin responder a ese Amor, sin conocer a Cristo. Por esa razón todos los conversos son ardientes, dinámicos, son fuego puro.

¡Benditos ellos!
¡Benditos tantos conversos que han enriquecido la vida y santidad de la Iglesia y han inyectado empuje y fervor a la Iglesia entera!

Pero esa no es la situación de todos. No todos tienen que experimentar esa conversión porque muchos han nacido y vivido en el seno de la Iglesia, sus primeras experiencias y sus primeros descubrimientos han estado marcados por el amor de Dios y han sido llamados desde las primeras horas a trabajar en la viña. Recordemos, por ejemplo, a santa Teresa del Niño Jesús. No tienen que convertirse (en sentido estricto), sino que responder momento a momento y cada vez mejor al Amor de Dios en su vida, santificarse en lo ordinario o en lo extraordinario que Dios ponga en la vida.

lunes, 24 de enero de 2011

El lenguaje cristiano sobre el amor

Pocas lecturas tan mal interpretadas y tan mal oída habrá como la del himno de la caridad de San Pablo (1Cor 13). Simplemente por escuchar la palabra "amor", en el clima vitalista y emotivo en que vivimos, se entiende por amor un simple sentimiento romántico, que, como tal, es pasajero, fugaz, variable y muy voluble. ¡Cuántas parejas de novios desean esta lectura, simplemente porque habla de "amor" y ellos entienden el sentimiento de enamoramiento del que gozan! Pero ¿acaso es eso el amor cristiano? ¿Ese contenido fugaz es la caridad cristiana, la caritas, el ágape?

El amor cristiano es realmente sublime, purificando y elevando el amor humano y el deseo (eros) mediante la caridad divina (ágape). El amor realmente nace y viene de Dios y a Él tiende, por lo cual ni entiende de egoísmos, ni de búsqueda del propio interés, ni de la mala educación... y por tanto espera, ama, perdona y disculpa sin límites, ¡a imagen del amor de Dios!

"Consiste, por el contrario, en la caridad (agape), es decir, en el amor auténtico, el que Dios nos reveló en Jesucristo. La caridad es el don "mayor", que da valor a todos los demás, y sin embargo "no es jactanciosa, no se engríe"; más aún, "se alegra con la verdad" y con el bien ajeno. Quien ama verdaderamente "no busca su propio interés", "no toma en cuenta el mal recibido", "todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (cf. 1 Co 13, 4-7). Al final, cuando nos encontremos cara a cara con Dios, todos los demás dones desaparecerán; el único que permanecerá para siempre será la caridad, porque Dios es amor y nosotros seremos semejantes a él, en comunión perfecta con él" (Benedicto XVI, Ángelus, 31-enero-2010).

Este amor, esta forma de amar, este dinamismo de la caridad, es el distintivo del cristianismo. Dejemos ya el lenguaje sentimental sobre el amor, pasemos ya a comprender, vivir, predicar, enseñar, un amor mucho más sublime, el amor hecho donación y entrega abierta al sacrificio (y por eso se es capaz de perdonar, de superar rupturas, de no albergar rencor, venganza o llevar cuentas del mal: ¡cuántas veces lo justificamos porque vivimos en las claves del mero sentimiento!).

domingo, 23 de enero de 2011

Frases y pensamientos de San Agustín

Siempre san Agustín ha constituido un referente en mí. Lo conocí hace muchísimos años -junto con santa Teresa- y siempre me ha fascinado. Su modo de escribir (y de predicar) es genial porque en una frase, bien construida, elegante, lanza reflexiones hondas sobre el Misterio. De hecho, hay algunos libros de máximas y pensamientos que siempre son una ayuda y una orientación.

Pero me ha determinado ofrecer algunas frases que nos acompañen y nos ayuden a orar y pensar el hecho de que un buen amigo y comentarista en este blog, Miserere mei Domine, ha recopilado unas cuantas y le estaba dando difusión. Algunas de ellas no las conocía (o no los recordaba, si tal vez las hubiera leído). Pongámonos a la escucha de un verdadero Maestro:
¿Quién es el que no avanza? Quien se cree sabio; quien dice: "Me basta con lo que soy"... (San Agustín, Serm. 306 B, 2).
Amad a la Iglesia, permaneced en la Iglesia, sed vosotros la Iglesia. (San Agustín)
Todo el que cree, piensa. Porque la fe, si lo que cree no se piensa, es nula. (San Agustín)

sábado, 22 de enero de 2011

Liturgia de la Palabra: Diálogo y revelación

        La Iglesia, en la acción litúrgica, responde fielmente el mismo "Amén" que Cristo, mediador entre Dios y los hombres, con la efusión de su sangre, pronunció de una vez para siempre, para sancionar en el Espíritu Santo, por voluntad divina, la Nueva Alianza. Cuando Dios comunica su palabra, espera siempre una respuesta, respuesta que es audición y adoración "en Espíritu y verdad". El Espíritu Santo, en efecto, es quien da eficacia a esta respuesta, para que se traduzca en la vida lo que se escucha en la acción litúrgica, según aquella frase de la Escritura: "Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla" (OLM 6).

    Una de las estructuras dinámicas más profundas de la liturgia consiste en ser diálogo entre Dios y su pueblo, donde Dios se da en la Palabra y en el sacramento y la Iglesia le responde con la acogida gozosa a su Palabra eficaz y la comunión sacramental con el Cuerpo de Cristo.

    Este "diálogo" parte de la iniciativa libre y gratuita de Dios que quiere comunicarse, revelarse, darse a sí mismo; la Iglesia, oyente de la Palabra, orante en su ser más íntimo, recibe esta Palabra de Dios y se deja transformar por la acción del Espíritu Santo, respondiendo a Dios, dándole un "Sí", un "Amén" gozoso, un "Hágase en mí según tu Palabra". Pensemos que en rito hispano-mozárabe, al final de cada lectura, se canta el "Amén"; en el rito romano, a la aclamación "¡Palabra de Dios!", respondemos: "¡Te alabamos, Señor!"

Dirá la Constitución dogmática Dei Verbum:
Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación (DV 2).
La liturgia, en cierto modo, prolonga o se hace eco de la Revelación, del diálogo amistoso de Dios con sus hijos.

viernes, 21 de enero de 2011

Adorar a Cristo en el Sacramento

La presencia real eucarística hace que sea posible y casi imprescindible el culto de latría. Tanto en  el Ritual como en la Instrucción Eucharisticum Mysterium señalan esta presencia real por antonomasia. EM 3 f afirma la transustanciación que da origen el culto de latría de la Iglesia, y números más adelante desarrollará las distintas presencias del Señor en la liturgia, recogiendo lo que a su vez afirmaba la Sacrosanctum concilium (n. 7) y la encíclica de Pablo VI “Mysterium fidei”:


Para una inteligencia más profunda del misterio de la Eucaristía los fieles deben ser instruidos acerca de los modos principales según dos cuales el Señor mismo se hace presente a su Iglesia en las celebraciones litúrgicas. Siempre está presente en la asamblea de los fieles congregados en su nombre. Está presente también en su palabra, puesto que él mismo habla cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras. Pero en el sacrificio eucarístico está presente, sea en la persona del ministro, «ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz», sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. En este sacramento, en efecto, de modo singular el Cristo total e integro, Dios y hombre, se halla presente sustancial y permanentemente. Esta presencia de Cristo bajo las especies «se dice real no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por excelencia» (EM 9).
    A su vez, RCCE, sin grandes aportaciones nuevas, repetirá lo que ya está consolidado como doctrina católica:

En la celebración de la misa se iluminan gradualmente los modos principales según los cuales Cristo se hace presente a su Iglesia: en primer lugar, está presente en la asamblea de los fieles congregados en su nombre; está presente también en su palabra, cuando se lee y explica en la iglesia la Sagrada Escritura; presente también en la persona del ministro; finalmente, sobre todo, está presente bajo las especies eucarísticas. En este Sacramento, en efecto, de modo enteramente singular, Cristo entero e íntegro, Dios y hombre, se halla presente substancial y permanentemente. Esta presencia de Cristo bajo las especies «se dice real, no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por excelencia» (RCCE 6).
   

jueves, 20 de enero de 2011

El nuevo realismo de la teología

El título corresponde a Ratzinger; él plantea, terminado el Concilio, los caminos de la teología. Algo nuevo surge, nueva importancia se desvela. Su planteamiento ayuda a entender la vocación y la misión de la teología suscitando el deseo de entrar en ella.

Sorprende, desde luego, la perspectiva de Ratzinger que desmonta la imagen que ahora se quiere dar de su teología y acuñada por algunos en la expresión "hermenéutica de la continuidad" que ya comentamos alguna vez (dijo el Papa: "hermenéutica de la reforma dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia que el Señor nos ha dado"; por tanto habla de "hermenéutica de la reforma"). Permítaseme la disgresión: muchos hablan de Ratzinger desde que fue elegido Papa, pero ateniéndose sólo a algún libro suyo (sobre todo "Informe sobre la fe") simplemente porque no han leído la totalidad de sus obras. Si lo hicieran no serían tan audaces en sus afirmaciones convirtiéndolo en baluarte de cierto "tradicionalismo" (que no es sinónimo de Tradición). A Ratzinger había que leerlo completo y conocerlo antes de ser el Papa, y eso pocos lo hacían; ahora todos parecen discípulos de su escuela... ¡de toda la vida, faltaba más!

El nuevo realismo de la teología, según Ratzinger, es el nuevo estilo, el nuevo método y los nuevos retos que la teología ha de afrontar.

"Casi todos los documentos [del Concilio Vaticano II] pero señaladamente los que tratan de la formación de los sacerdotes, de las misiones, del ecumenismo, de la revelación divina y de la Iglesia, están transidos de una tendencia fundamental, que puede caracterizarse como apertura dentro de la teología, en que queda sobrepasada una forma estrecha de teologizar que pudiera definirse, rebajándola un poco, como teología de encíclias, para llegar a una mayor anchura del horizonte teológico. Teología de encíclicas significa una forma de teología en que la tradición parecía lentamente estrecharse a las últimas manifestaciones del magisterio papal. 

En muchas manifestaciones teológicas antes del concilio y todavía durante el concilio mismo, podía percibirse el empeño de reducir la teología a ser registro y -tal vez también- sistematización de las manifestaciones del magisterio. El problema parecía ya suprimido de antemano con la solución, el sistema dominaba frente al acceso interrogante a la realidad misma" (El nuevo Pueblo de Dios, p. 318s).


miércoles, 19 de enero de 2011

La sacristía (lugares litúrgicos)

    Un lugar amplio, hermoso, que disponga para empezar la celebración litúrgica con suficiente recogimiento y que sirva igualmente para conservar todas las cosas y elementos necesarios para el culto: esto es la sacristía.

El Caeremoniale episcoporum señala como paradigma:

“En la iglesia catedral no debe faltar el “secretarium”, es decir una sala digna, en lo posible cercana a la entrada de la iglesia, en la cual el Obispo, los concelebrantes y los ministros puedan ponerse los vestidos litúrgicos, y de la cual se inicie la procesión de entrada. La sacristía será de ordinario diferente del “secretarium”; en ella se guarda el ajuar sagrado, y en ella los días ordinarios el celebrante y los ministros se pueden preparar para la celebración “ (n. 53).
Tanto en la sacristía como en el secretarium debe observarse el silencio y la modestia (cf. Id., n. 37):

“Pongan todos esmero en guardar silencio, respetando así tanto la común disposición de ánimo como la santidad de la casa de Dios” (Id., n. 170).
En las nuevas construcciones hay que pensar en la sacristía como un lugar amplio y no como si fuera un pequeño vestidor; y pastoralmente, cuidar mucho la sacristía: hay que lograr que unos minutos antes de la celebración litúrgica no se convierta en lugar de conversaciones y asuntos varios, sino de silencio, ya que es lugar casi-sagrado, para permitir que el sacerdote y los ministros se dispongan a los Misterios con humildad y devoción. El silencio y el orden son cualidades de una buena sacristía.

    La sacristía debe arreglarse en función de los fines propios de una sacristía. La cajonera debe ser elegante, cuidada, guardando en ella con orden (y con su inventario) ornamentos más nobles, capas pluviales, dalmáticas y los manteles del altar.  Sobre la cajonera un crucifijo hermoso y, por ejemplo, seis candelabros que inviten al recogimiento al revestirse el sacerdote para ofrecer el sacrificio eucarístico.

martes, 18 de enero de 2011

Realidad ¡y necesidad! de la Iglesia

Desprenderse de la Iglesia, apartarse de ella o volverse contra ella: tentaciones de siempre y de hoy mismo que le harían perder, a quien cayese en ellas, el acceso a Jesucristo y su Redención. La Iglesia no es una pedagoga que nos acompañe un tiempo hasta haber crecido, sino una Maestra hasta la venida del Señor; la Iglesia no estorba el diálogo del alma con su Señor, sino que asegura esa misma intimidad;

  •  el que se crea profeta o rico de carismas (¡teólogos disidentes autoproclamados profetas, que sólo atacan a la Iglesia desde tribunas digitales y plataformas antieclesiales!) debe someterse a los mandamientos del Señor “tal como los ha declarado su Iglesia, porque de otra suerte, profetizará en vano y sus dones le llevarán a su perdición” (De Lubac, Meditación sobre la Iglesia, p. 164); 
  •  quien, por un falso espiritualismo, pretenda desembarazarse de la Iglesia, o prescindir de ella, caerá en el vacío o adorando ídolos. 
  •  Quien quiera ir más lejos de ella, buscando una perfección soñada como antes de la caída del paraíso, se saldrá de los márgenes de la Iglesia por el orgullo de la propia perfección: ¡utopías engañosas de sectas, movimientos extremistas e ideologizados! 
  •  Otros vivirán un nuevo joaquinismo –como Lessing- soñando una era nueva, la era del Espíritu, un Evangelio eterno... Olvidan que la etapa del Espíritu comenzó en Pentecostés, que todo se nos ha dado ya en la misma Iglesia, y que los tiempos que ahora vivimos, ya son los tiempos últimos hasta que vuelva el Señor: “Nosotros estamos hoy en posesión de la realidad en los signos, y mientras dura el mundo, esta situación no experimentará ningún cambio sustancial. En la misma medida en que quisiéramos desconocerlo, perderíamos la esperanza para caer en los mitos” (De Lubac, Meditación, p. 166).

lunes, 17 de enero de 2011

Educar en la oración: la catequesis de adultos

    La catequesis de adultos –como el RICA realiza al entregar el Padrenuestro- supone una iniciación y una práctica de oración, cultivando el trato asiduo con Jesucristo. La catequesis de adultos, como proceso de formación continua y de seguimiento de Cristo, no son sesiones para "comprometernos" ni sigue un esquema de revisión de vida o de "lectura de los signos de los tiempos", sino que tiene su proceso propio. Enseñar a orar es un ingrediente de una correcta y eclesial catequesis de adultos. Ésta tomará en serio las palabras de Juan Pablo II:

"Sí, queridos hermanos y hermanas, nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas « escuelas de oración », donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el « arrebato del corazón. Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios.
...Se equivoca quien piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial, incapaz de llenar su vida. Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la fe, no sólo serían cristianos mediocres, sino « cristianos con riesgo ». En efecto, correrían el riesgo insidioso de que su fe se debilitara progresivamente, y quizás acabarían por ceder a la seducción de los sucedáneos, acogiendo propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de superstición. Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral" (Carta Novo millennio ineunte, nn. 33-34).
 
“Enseñar a orar” es la cuarta tarea prioritaria de toda catequesis (junto a lo doctrinal, lo litúrgico y lo moral):

       

domingo, 16 de enero de 2011

La Reserva eucarística (lugares litúrgicos)


El tabernáculo -sagrario- debe estar situado dentro de las iglesias en un lugar de los más dignos con el mayor honor. La nobleza, la disposición y la seguridad del tabernáculo eucarístico deben favorecer la adoración del Señor realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar (Catecismo de la Iglesia, nº 1183).
  
    El lugar de la reserva eucarística no es, de por sí, un lugar celebrativo, sino un lugar de oración personal. Al hacer esta afirmación no queremos decir que la reserva eucarística esté desligada de la celebración litúrgica, pero sí, en cambio, subrayar que el creyente que se recoge ante el Santísimo no se sitúa en la dinámica de la celebración sacramental, sino de la oración personal. Pensemos cómo a lo largo del Barroco proliferaron hermosísimas capillas sacramentales o capillas del Sagrario en parroquias y templos, para ensalzar su Presencia Real, permitir la adoración personal y favorecer el culto al Santísimo.
“Conviene, pues, que el sagrario se coloque a juicio del Obispo diocesano... o también en alguna capilla idónea para la adoración privada y para la plegaria de los fieles, que se halle estructuralmente unida con la iglesia y a la vista de los fieles” (IGMR, n. 315b).
    1. Al ser para la oración personal, lo primero es que se debe procurar que sea aparte del lugar de la celebración, para facilitar la intimidad, el silencio y recogimiento. Su sitio no es el presbiterio.

    2. Lugar sereno: por la luz, por la comodidad, por los bancos.

    3. Una vela encendida, signo de la presencia del Señor.

    4. El centro es el sagrario: incluso un foco con luz directa al sagrario, no las imágenes que pueda haber en ninguna capilla sacramental.


    La ubicación del Sagrario debe permitir una cierta intimidad para la oración personal creando un espacio de recogimiento así como favorecer mucho su ubicación la cercanía física con el presbiterio para las celebraciones litúrgicas y que sea fácil reservar después de distribuir la comunión en la celebración eucarística. Pensemos que éstos son los criterios litúrgicos establecidos:

    “Es conveniente que se destine para la reserva de la sagrada Eucaristía una capilla o lugar fuera del cuerpo central de la iglesia, adecuado para la adoración y la oración privada de los fieles. Este lugar ha de ser verdaderamente destacado y noble, de fácil acceso desde el atrio o pórtico y desde la nave de la iglesia. El ambiente debe ofrecer un clima de recogimiento y de atención a la presencia eucarística” (Sdo. Nacional de Liturgia, Directorio Ambientación y arte del lugar de la celebración, n. 17).
   Sería muy ilustrativo leer la historia y evolución de la reserva eucarística en cualquier buen manual de liturgia.

sábado, 15 de enero de 2011

Dios se revela en la zarza ardiente (Ex 3)

Es legítimo preguntarse quién es aquél que se revela y habla con Moisés, si el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo. El icono representa una cabeza con cuello, pero un rostro joven al carecer de barba; si fuera Dios Padre, la iconografía lo representaría con una barba larga. Es, entonces, una imagen del Logos, del Verbo quien comunica los misterios, el Verbo quien dialoga con Moisés, porque conviene más al Logos la revelación y el diálogo, que al Padre mismo (que habla por medio del Logos) o que al Espíritu (cuya acción es invisible e interior). Esta razón de conveniencia se une además al deseo de la Tradición de subrayar la divinidad del Verbo que se encarnará en María Virgen frente al arrianismo y la demostración palpable de su preexistencia y su actuación progresiva –incluso digamos propedéutica, como señalaría san Ireneo- en la historia de la salvación, en la revelación de Dios, gradual, hasta hablarlo todo en su Hijo encarnado.

    El primero, san Ireneo de Lyon, con su densa teología del Misterio y del Logos:

                “7,3. Uno y el mismo es el Dios que llamó a Abraham y le dio la promesa. Es el Creador que por medio de Cristo prepara la ley para el mundo, que son aquellos de entre los gentiles que creen en él. Dice: «Vosotros sois la sal del mundo» (Mt 5,14), esto es, como las estrellas del cielo. Así pues, éste es de quien hemos afirmado que no es por nadie conocido, sino por el Hijo y por aquéllos a quienes el Hijo se lo revelare. Y el Hijo revela al Padre a todos aquellos de quienes quiere ser conocido; y ninguno conoce a Dios sin que el Padre así lo quiera y sin el ministerio del Hijo. Por eso el Señor decía a los discípulos: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Ninguno viene al Padre sino por mí. Si me conocieseis, también conoceríais a mi Padre; pero ya lo habéis visto y conocido» (Jn 14,6-7). De donde es claro que se le conoce por el Hijo, o sea por el Verbo.


viernes, 14 de enero de 2011

Adoración al Señor (Magos y Eucaristía)

Una lectora habitual, "Desde Sevilla", con sus comentarios enjundiosos, nos regaló el otro día una perla de san Juan Crisóstomo que no me gustaría que pasase desapercibida. Es de san Juan Crisóstomo y relaciona la Eucaristía con la adoración de los Magos ante el Señor.


No es el único que aborda esto. Ya el papa Benedicto XVI en la JMJ de Colonia, 2005, trazó una relación similar. Este texto me parece luminoso. Lo empecé a dar como materia de formación con la Adoración Nocturna de mi parroquia y creo que es un tema precioso aunque un tanto inexplorado.

Primero el Crisóstomo:

San Juan Crisóstomo, Homilía 24, sobre la primera carta a los Corintios (4: PG 61, 204-205)

Cristo nos dio su carne para saciarnos, invitándonos a una amistad cada vez más íntima. Acerquémonos, pues, a él con fervor y con una ardiente caridad, y no incurramos en castigo. Pues cuanto mayores fueren los beneficios recibidos, tanto más gravemente seremos castigados si nos hiciéramos indignos de tales beneficios.

Los magos adoraron también este cuerpo recostado en un pesebre. Y siendo hombres irreligiosos y paganos, abandonando casa y patria, recorrieron un largo camino, y al llegar, lo adoraron con gran temor y temblor. Imitemos al menos a estos extranjeros nosotros que somos ciudadanos del cielo. Ellos se acercaron efectivamente con gran temor a un pesebre y a una gruta, sin descubrir ninguna de las cosas que ahora te es dado contemplar: tú, en cambio, no lo ves en un pesebre, sino sobre un altar; no contemplas a una mujer que lo tiene en sus brazos, sino al sacerdote que está de pie en su presencia y al Espíritu, rebosante de riqueza, que se cierne sobre las ofrendas. No ves simplemente, como ellos, este mismo cuerpo, sino que conoces todo su poder y su economía de salvación, y nada ignoras de cuanto él ha hecho, pues al ser iniciado, se te enseñaron detalladamente todas estas cosas. Exhortémonos, pues, mutuamente con un santo temor, y demostrémosle una piedad mucho más profunda que la que exhibieron aquellos extranjeros para que, no acercándonos a él temeraria y desconsideradamente, no se nos tenga que caer la cara de vergüenza.

jueves, 13 de enero de 2011

El pecado (textos isidorianos)

1. Por dos causas se comete el pecado; a saber: ya por el ímpetu de la concupiscencia, ya por el miedo al mal que se teme; en cuanto que uno ora quiere conseguir el bien que desea, ora teme incurrir en el mal que lo asustó.

2. De cuatro modos se comete el pecado en el corazón y de cuatro se consuma de obra. En el corazón: por sugestión demoníaca, por deleite carnal, por consentimiento de la voluntad, por justificación de la soberbia. De obra: ora a escondidas, ora en público; ora por costumbre, ora por desesperanza. Así, pues, por estos procedimientos se comete el pecado en el corazón y se consuma de obra la maldad.



3. El pecado se realiza motivado por tres razones; esto es: la ignorancia, la debilidad y la malicia, pero con riesgo diverso en la culpabilidad. En efecto, por causa de la ignorancia pecó Eva en el paraíso, como dice el apóstol: “El varón no fue engañado, sino la mujer, que, una vez seducida, incurrió en la transgresión” (1Tim 2,14). Luego Eva pecó por ignorancia, mas Adán voluntariamente, porque no fue engañado, sino que pecó con propósito deliberado y consciente. En cambio, el que es seducido evidentemente desconoce aquello en que consiente. Pedro, por su parte, pecó por debilidad, cuando, por miedo a la muchacha que le preguntaba, negó a Cristo; de ahí que, tras cometer el pecado, lo lloró con gran amargura (Cf. Mt 26,75).


4. Es más grave que uno peque por debilidad que por ignorancia, y más grave pecar con intención que por debilidad. Porque peca de intento quien con afecto y deliberación del ánimo obra el mal, mas por debilidad quien peca fortuita e irreflexivamente. Pero pecan intencionadamente con mayor perversidad los que no solo viven en el vicio, sino que además apartan del camino de la verdad, si pueden, a los que viven con rectitud.


5. Porque los hay que pecan por ignorancia y los hay que a sabiendas. Los hay también que, bajo pretexto de ignorancia, no quieren enterarse, para que se les considere menos culpables; pero estos no se justifican a sí mismos, sino que se extravían aún más.


6. El simple desconocer es propio de la ignorancia; pero el no haber querido enterarse, de obstinada soberbia. En efecto, querer ignorar la voluntad del propio señor, ¿qué otra cosa significa sino querer menospreciar al señor a impulso de la soberbia? Por tanto, que nadie se excuse por ignorancia, porque Dios no solo condena a los que se apartan de su pensamiento, sino también a aquellos que lo ignoraron, según lo atestigua el mismo Señor por boca del profeta. “Exterminaré –dice- a los hombres de sobre la faz de la tierra... y a los que se apartan del Señor dándole la espalda, y a los que no lo buscaron ni trataron de conocerlo” (Sof 1,3.6). Y el Salmo añade: “Derrama tu ira sobre los pueblos que no te conocieron” (65,25).


(San Isidoro, Sentencias, II, c. 17).

miércoles, 12 de enero de 2011

La Fracción del Pan en la Misa

Aunque en ocasiones pase desapercibida, se haga de manera insignificante o se valore, la Fracción del pan consagrado -el Cuerpo de Cristo- es uno de los gestos sacramentales del mismo Señor que la Iglesia amorosamente ha conservado. ¡Lo reconocieron al partir el Pan! Pensemos que el Señor tomó pan (preparación de los dones), bendijo a Dios (plegaria eucarística), lo partió (Fracción del Pan) y lo dio a sus discípulos (la Comunión).

"Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aunque sean muchos, reciben de un único pan el Cuerpo, y de un único cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo como los Apóstoles lo recibieron de las manos del mismo Cristo" (IGMR 72).

Ha terminado el beso de la paz sin canto (¡no existe en rito romano un canto ad pacem!). "Conviene, sin embargo, que cada uno exprese la paz sobriamente sólo a los más cercanos a él" (IGMR 82). Entonces el coro entona el Agnus Dei (Cordero de Dios) que es la letanía que en el rito romano acompaña a la fracción del pan.



La importancia de esta fracción se comprende a la luz de los antiguos Ordines romani y de los Pontificales medievales. La hostia -era una sola- se fraccionaba por manos del Obispo y se partía en suficientes trozos para la comunión del Obispo, del clero -sacerdotes, diáconos, subdiáconos, acólitos- y de los fieles. No pensemos en el tamaño pequeñísimo de la hostia normal que vemos en cada Misa, sino en una hostia grande de pan ázimo que es lo que la Iglesia ha empleado durante siglos cuando los fieles comulgaban (hubo un momento en que dejaron de comulgar, sólo querían ver al Señor).

El Misal hoy prescribe:

"La naturaleza del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo, pueda realmente partir la Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a algunos fieles. Sin embargo, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión y otras razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, con el cual sencillamente se designaba la Eucaristía en los tiempos apostólicos, manifestará claramente la fuerza y la importancia de signo: de unidad de todos en un único pan y de caridad por el hecho de que se distribuye un único pan entre hermanos" (IGMR 321).

martes, 11 de enero de 2011

La pila bautismal, ¡bendita maternidad eclesial!

La pila bautismal es preciosa: ella es el seno de nuestra Madre queridísima, la Iglesia, que allí nos engendró a la vida sobrenatural, otorgándonos la filiación divina, ser miembros del Cuerpo de Cristo, templos del Espíritu, llamados a compartir con Cristo su sacerdocio, su realeza y su profetismo, llamados a la santidad.

Preciosa fuente, sus aguas reciben por el Espíritu la gracia de hacernos renacernos como nuevas criaturas, sepultando el pecado y convirtiéndonos en hombres nuevos, a imagen de Cristo, nuevo Adán.

Bendita pila bautismal, donde el Amor de Dios se sigue entregando para comunicar una nueva vida, adoptándonos, gratuitamente, como hijos.

Seno de la Iglesia, que siempre es Madre y Madre fecunda por sus sacramentos, acompañando nuestro crecimiento como hijos pequeños hasta que lleguemos a la madurez de la fe, a la medida de Cristo en su plenitud.

Una fuente bautismal, en una parroquia o catedral, es un signo venerable que nos recuerda de dónde brota todo y lo que somos.

La Iglesia -por sus Padres- entonó algunos cantos e himnos a la fuente bautismal. Hagámoslo nuestro:

Es éste el lugar elegido por Cristo:
un día la sangre ensalzó a dos testigos
y el agua hoy nos limpia con santo bautismo.

Aquí la fontana es perdón compasivo
de Dios que se vierte en el agua vertido
y el viejo pecado fenece extinguido.

lunes, 10 de enero de 2011

Modelo de intercesión litúrgica

Me ha parecido preciosa la segunda lectura del Oficio de hoy: san Clemente romano en su carta a los corintios introduce una larga plegaria dirigida al Padre con un clarísimo sabor litúrgico.

Para él, como para tantos Padres de la Iglesia y santos, el lenguaje de la liturgia lo interiorizaban de tal manera que al orar o al escribir les brotaba ese estilo litúrgico, sin afectación ni sentimentalismo. La liturgia y sus textos marcaban a los Padres de la Iglesia y a los santos porque para ellos no era un ceremonial, sino la gran oración eclesial en la que se formaban y educaban su espíritu. Luego, como consecuencia natural, esa forma de orar litúrgica, sin esfuerzo alguno, esa su propia y personalísima forma de dirigirse a Dios.

El proceso que estamos sufriendo es el siguiente: no hemos sido iniciados a la liturgia, a su lenguaje, sacralidad, gestualidad; entonces introducimos en la liturgia textos y lenguajes sentimentales (cuyo ámbito siempre sería la oración privada) y cambiamos su sacralidad añadiendo gestos (ofrendas, cantos, moniciones) simbólicos, cargados de subjetivismo. La liturgia así pierde su ámbito sacro y se convierte en la excusa para proyectar en ella lo emotivo-sentimental convirtiendo en protagonistas y centro a los fieles participantes.

En el texto de san Clemente vemos una plegaria de intercesión que muy bien podría inspirar nuestra Oración de los fieles en la liturgia, por su catolicidad, por sus intenciones, también por su brevedad.

Con él, oremos hoy e intercedamos.

Haz que esperemos en tu nombre, 
tú que eres el origen de todo lo creado; 
abre los ojos de nuestro corazón, para que te conozcamos a ti, el solo altísimo en las
alturas, el santo que reposa entre los santos; 

que terminas con la soberbia de los insolentes, 
que deshaces los planes de las naciones, 
que ensalzas a los humildes y humillas a los soberbios, 
que das la pobreza y la riqueza,
que das la muerte, la salvación y la vida, el solo bienhechor de los espíritus 

y Dios de toda carne; 
tú que sondeas los abismos, que ves todas nuestras acciones, 
que eres ayuda de los que están en peligro, 
que eres salvador delos desesperados, 
que has creado todo ser viviente y velas sobre ellos; 
tú que multiplicas las naciones sobre la tierra 
y eliges de entre ellas a los que te aman 
por Jesucristo, tu Hijo amado, 
por quien nos has instruido, santificado y honrado. 

Te pedimos, Señor, que seas nuestra ayuda y defensa.
Libra a aquellos de entre nosotros que se hallan en tribulación, 

compadécete de los humildes, 
levanta a los caídos,
socorre a los necesitados, 

cura a los enfermos, 
haz volver a los miembros de tu pueblo que se han desviado; 
da alimento a los que padecen hambre, 
libertad a nuestros cautivos, 
fortaleza a los débiles, 
consuelo a los pusilánimes;
que todos los pueblos de la tierra sepan que tú eres Dios y no hay otro, 

y que Jesucristo es tu siervo, 
y que nosotros somos tu pueblo, el rebaño que tú guías.
 

domingo, 9 de enero de 2011

El Bautismo del Señor y su prefacio

Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán
has realizado signos prodigiosos,
para manifestar el misterio del nuevo bautismo:
hiciste descender tu voz desde el cielo,
para que el mundo creyese
que tu Palabra habitaba entre nosotros;
y por medio del Espíritu,
manifestado en forma de paloma,
ungiste a tu siervo Jesús,
para que los hombres reconociesen en él al Mesías,
enviado a anunciar la salvación a los pobres.
Por eso con los ángeles y los santos... Santo, Santo, Santo es el Señor...



Todo el tiempo litúrgico de la Navidad es una continuación manifestación de Dios a los hombres: su Nacimiento, su Epifanía, el Bautismo, las bodas de Caná (que la liturgia recuerda en las antífonas de Vísperas). 

La voz del Padre testifica quién es el Hijo, el Espíritu unge la humanidad de Cristo disponiéndola a la obra redentora, y así todos reconozcan al Mesías, a Aquél que viene a salvarnos en nuestro desvalimiento. Nosotros somos ungidos con óleo, aceite bendecido y consagrado, en el bautismo y en la confirmación, como modo de expresar nuestra participación en la Unción de Cristo. Pero Él es ungido invisiblemente: no con óleo, sino con el mismo Espíritu derramado en su plenitud para que Él sea el Señor del Espíritu.

En el Bautismo se cumple visiblemente la profecía de Isaías 61: El Espíritu del Señor está sobre Jesús porque lo ha ungido; lo ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, la salvación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo...

Es la Manifestación de la Trinidad. 

Nunca estuvo Dios más cercano y elocuente: es una Teofanía, una manifestación de Dios mismo. Así se revela, así se autocomunica. “Una Palabra pronunció el Padre que es su Hijo...” (S. Juan de la Cruz).

viernes, 7 de enero de 2011

El sacerdote ante Dios y ante los hermanos


Dedicar algún artículo mensual, al menos, al sacerdocio, al ministerio de los presbíteros en la vida y misión de la Iglesia puede (debe) servirnos para conocer todos qué es ser sacerdote, qué se le puede pedir a un sacerdote según su ministerio (¡y no tanto capricho como hay a veces exigiendo al sacerdote de todo, que lo sea todo!) y dar gracias a Dios por los sacerdotes que nos han ayudado en nuestra vida cristiana; a los que somos sacerdotes -y algunos estamos en este blog- para recordarnos la esencia del ministerio y pedir gracia que nos permita vivir este Sacramento recibido.

¿Qué es ser sacerdote?

"De la Ley, del sacerdocio de Aarón aprendemos dos cosas, nos dice el autor de la carta a los Hebreos: para ser realmente mediador entre Dios y el hombre, el sacerdote debe ser hombre. Esto es fundamental y el Hijo de Dios se hizo hombre precisamente para ser sacerdote, para poder realizar la misión del sacerdote. Debe ser hombre —volveremos sobre este punto—, pero por sí mismo no puede hacerse mediador hacia Dios. El sacerdote necesita una autorización, una institución divina, y sólo perteneciendo a las dos esferas —la de Dios y la del hombre— puede ser mediador, puede ser "puente". Esta es la misión del sacerdote: combinar, conectar estas dos realidades aparentemente tan separadas, es decir, el mundo de Dios —lejano a nosotros, a menudo desconocido para el hombre— y nuestro mundo humano. La misión del sacerdocio es ser mediador, puente que enlaza, y así llevar al hombre a Dios, a su redención, a su verdadera luz, a su verdadera vida.

Como primer punto, por lo tanto, el sacerdote debe estar de la parte de Dios, y solamente en Cristo se realiza plenamente esta necesidad, esta condición de la mediación. Por eso era necesario este Misterio: el Hijo de Dios se hace hombre para que haya un verdadero puente, una verdadera mediación. Los demás deben tener al menos una autorización de Dios o, en el caso de la Iglesia, el Sacramento, es decir, introducir nuestro ser en el ser de Cristo, en el ser divino. Sólo podemos realizar nuestra misión con el Sacramento, el acto divino que nos crea sacerdotes en comunión con Cristo. Y esto me parece un primer punto de meditación para nosotros: la importancia del Sacramento. Nadie se hace sacerdote por sí mismo; sólo Dios puede atraerme, puede autorizarme, puede introducirme en la participación en el misterio de Cristo; sólo Dios puede entrar en mi vida y tomarme en sus manos. Este aspecto del don, de la precedencia divina, de la acción divina, que nosotros no podemos realizar, esta pasividad nuestra —ser elegidos y tomados de la mano por Dios— es un punto fundamental en el cual entrar. Debemos volver siempre al Sacramento, volver a este don en el cual Dios me da todo lo que yo no podría dar nunca: la participación, la comunión con el ser divino, con el sacerdocio de Cristo.

Hagamos que esta realidad sea también un factor práctico de nuestra vida: si es así, un sacerdote debe ser realmente un hombre de Dios, debe conocer a Dios de cerca, y lo conoce en comunión con Cristo. Por lo tanto, debemos vivir esta comunión; y la celebración de la santa misa, la oración del Breviario, toda la oración personal, son elementos del estar con Dios, del ser hombres de Dios. Nuestro ser, nuestra vida, nuestro corazón deben estar fijos en Dios, en este punto del cual no debemos salir, y esto se realiza, se refuerza día a día, también con breves oraciones en las cuales nos unimos de nuevo a Dios y nos hacemos cada vez más hombres de Dios, que viven en su comunión y así pueden hablar de Dios y guiar hacia Dios".

(BENEDICTO XVI, Lectio en el encuentro con el clero de Roma,

18-febrero-2010).

Así pues, algunos puntos serían:

  • Debe ser hombre (la experiencia dramática de lo humano)
  • Pertenece a Dios y a los hombres y por eso es mediador
  • La misión del sacerdote es llevar a los hombres a Dios (¡cuántas cosas habría que deducir de aquí!, ¡cuánto que recortar y reorientar!)
  • Es elegido, vocacionado, por Dios mismo única y exclusivamente. Siempre vendrá bien renovar la gracia del Sacramento del Orden (aniversario de ordenación, Jueves Santo y Vigilia Pascual, fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno sacerdote)
  • Debe vivir en Dios, cerca de Dios: la experiencia litúrgica y espiritual de la celebración eucarística, de la Liturgia de las Horas íntegra y la adoración al Santísimo... ¡para no estar vacíos, para no pronunciar palabras vanas a sus hermanos!

jueves, 6 de enero de 2011

Epifanía del Señor y su prefacio

Porque hoy has revelado en Cristo
para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación;
pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal
nos hace partícipes de la gloria de la inmortalidad.
Por eso, con los ángeles y los santos... Santo, Santo, Santo...



“Porque hoy has revelado en Cristo para luz de los pueblos”. 

Todas las celebraciones del ciclo litúrgico de Navidad son manifestaciones, revelaciones de Dios, de quién es Dios, de cuál es su plan salvador para nosotros, de cuánto nos ama Dios. Hoy, santa Epifanía, una manifestación nueva, igualmente bella, del Señor Dios. En este “hoy” de la liturgia se encuentra la gracia del Misterio que se hace actual por los ritos litúrgicos. Bebemos de esta Epifanía, se hace presente su Gracia para nosotros. Cristo aparece como Luz de los pueblos, Salvador de todos los hombres. ¡Venid, adoremos!

“El verdadero misterio de nuestra salvación”.
 

La salvación de Jesucristo se ofrece a todo hombre, a todo pueblo, para hacer de la humanidad una sola realidad, santificada por Cristo. Todos están llamados a incorporarse a ese pueblo santo, universal, de toda raza, lengua, pueblo y nación, que, redimidos, cantan la gloria, la sabiduría y el poder del Cordero de Dios. 

Redención universal, vocación de apertura, convocación general: este Niño es el “Dios-con-nosotros”, ¡Él es el Rey de la Gloria! 

¡Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos!
 
“Pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal 
nos hace partícipes de la gloria de la inmortalidad”. 

Nos comunica Cristo su gloria al revelarse; sólo la fe lo reconoce, sólo la pureza de corazón, la mirada limpia, descubre en Él al Salvador prometido, al Hijo eterno de Dios. Adoremos, ofrezcámosle como pequeño regalo nuestra vida, lo que somos, nuestros deseos. Él, a cambio, nos dará lo que Él tiene: la Vida, vida eterna, vida perdurable, vida feliz, luz y gloria.

miércoles, 5 de enero de 2011

Santa María, bendito misterio

1. A tu Madre, Señor nuestro, nadie sabe
cómo llamarla: si uno la llama “Virgen”,
ahí está su Hijo; si “esposa”,
ningún hombre la ha conocido. Si hasta tu Madre
es inabarcable, ¿quién podrá abarcarte a Ti?

2. Ella, Ella sola es Madre tuya,
y tu Hermana, al igual que todos. Ella fue tu Madre
y tu Hermana. También tu Esposa,
al igual que lo son las vírgenes.
Con adorno de todas clases.

3. Ella estaba desposada, según la naturaleza,
antes de que vinieses. Y quedó encinta,
al margen de la naturaleza, después de que viniste,
¡oh, Santo! Y era virgen
al darte santamente a luz.


4. Contigo obtuvo María todas las propiedades
de las mujeres casadas: el fruto en su seno,
sin cópula; la leche en sus pechos,
de forma insólita. A la tierra sedienta
la hiciste de repente una fuente de leche.

5. Si Ella pudo llevarte, es que tu montaña inmensa
aligeró su peso; si pudo nutrirte,
es que Tú quisiste tener hambre; si te dio de beber,
es que Tú quisiste tener sed; si pudo abrazarte,
es porque tu fuego ardiente protegió su regazo.

6. ¡Tu Madre es un prodigio! Entró el Señor  a Ella,
y se volvió siervo; entró el Hablante,
y se quedó mudo en Ella; entró el Trueno,
y acalló su voz; entró el Pastor de todos,
y se volvió en Ella cordero, que salía balando.

7. El seno de tu Madre ha trastocado los órdenes:
El que todo lo ordena entró siendo rico,
y salió pobres; entró a Ella ensalzado,
y salió humilde; entró a Ella resplandeciente,
se vistió del cuerpo, y salió de pálidos colores.

8. Entró el Héroe y se revistió de temor
en el interior del seno; entró el que a todos aprovisiona
y adquirió hambre; el que a todos da de beber,
y adquirió sed, desnudo, despojado,
salía de Ella el que a todos viste.

(S. Efrén, Himno De Nativitate, XI).

martes, 4 de enero de 2011

Ejemplos defectuosos de la Oración de los fieles (VI)

Mal ejemplo, aunque muy extendido, es que el lector en vez de proponer una intención para que todos oren, se dirige Él a Dios. Pensemos –repitamos- que el diácono o lector se dirigen directamente a los fieles motivándolos para que sean ellos los que oren, no los sustituyen orando ellos directamente a Dios. Y aunque este uso esté muy extendido -¡la falsa creatividad!- eso no justifica que sea correcto ni lícito.


Mostremos ejemplos para ver claro:
  • “Te pedimos Señor, por los nuevos esposos M Carmen y Emilio que hoy han contraído matrimonio, para que les ayudes a fortalecer su amor y lo hagan nuevo cada día. Escúchanos, Señor
  • Te pedimos Señor por  M Carmen, para que con la ayuda de María sea sencilla, humilde y fiel a este proyecto de amor. Escúchanos, Señor
  • Te pedimos por Emilio para que sea reflejo de Ti. Dale paciencia, constancia y entrega en este camino de amor y servicio a los demás...
  • Te pedimos por la Iglesia para que sea fiel a los valores del Evangelio, transmitiendo el amor, la ternura y la misericordia que Dios tiene a toda la humanidad.
  • Te pedimos por los que hoy no han podido estar junto a nosotros celebrando este sacramento del Amor, por todos aquellos familiares y amigos que un día nos dejaron, esperando tu resurrección. Hazles participes de nuestra alegría y nuestro gozo, en espera del abrazo fraterno.
  • Te pedimos por los pobres, los enfermos, por todos aquellos que son tus favoritos, para que poco a poco todos intentemos hacer un mundo mejor. Ayúdanos a ser la voz de los sin voz y a ser más sensibles ante las injusticias y necesidades de este mundo”.

El lenguaje es directo, rompiendo la tradición litúrgica. No se proponen intenciones, sino que el lector es el orante. 

Además el lenguaje está impregnado del secularismo vigente: ni una palabra para pedir la santidad matrimonial, ni una para hablar de los hijos como don de Dios. 

Añádanse las alusiones tales como la palabra talismán “valores”, “mundo mejor”, “proyecto de amor”, etc...
Volvamos a leer ese formulario después de estas advertencias, y realmente nos sorprenderán sus deficiencias.

Otro ejemplo con otro formulario dirigido a Dios; formularios reales, que se han empleado:

lunes, 3 de enero de 2011

Salir de nuestro confortable Nazaret

Ya vimos lo que pudo suponer para la Virgen salir de Nazaret, a punto de dar a luz, para llegar a Belén. Nazaret era su hogar, pero Belén era la aventura. El parto estaba próximo, ¿no es mejor la propia casa que arriesgarse a ir a una pequeña ciudad sin saber qué hacer ni qué va a pasar?

Pero salieron José y la Virgen María de Nazaret a Belén. Y este peregrinar es también el nuestro, que muchas veces, muchas, nos hará salir de Nazaret en nuestra vida para llegar a Belén, el lugar de la revelación de Dios.

¿Cuál es nuestro Nazareth? Puede ser nuestra casa, nuestros amigos, nuestros proyectos. Nazareth puede ser nuestro egoísmo, nuestras miserias y limitaciones. Busquemos nuestro propio Nazareth en nuestro corazón, y veremos cuánto nos ata para realizar lo que Dios quiere de nosotros.

        ¡Cuánto hay en Nazareth de amor propio! ¡Cuánto hay en Nazareth de orgullo! ¡Cuánto de comodidad! ¡Cuánto pecado hay también! Sólo descubrimos Nazareth -auténticamente- desde Belén, sólo vemos lo que Nazareth nos ataba cuando -por la fuerza y gracia del Espíritu- nos hemos liberado.

        Nazareth viene, pues, a significar, una espiritualidad de salida, de nosotros mismos hacia Dios; de nuestros planes a los planes de Dios para decir sinceramente, "hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6,10; Ver también Mt 7,16-23).

        Hubo en la vida de María y Jesús dos salidas más de Nazareth, no una sola: camino de Egipto, la huida provocada por la ira de Herodes, y la salida de Jesús para anunciar el Reino.

        Nosotros saldremos una y otra vez de Nazareth porque Nazareth somos, en el fondo, cada uno de nosotros y volvemos a replegarnos en la seguridad de nuestro yo más íntimo: no es malo, es normal. Pero Dios te pide que salgas de Nazareth una y mil veces para ponerte en camino, unas veces a Belén para descubrirle, otras a Egipto, para salvarte de tu propia miseria que te destruye y ata, otras para anunciar el Reino y ser crucificado en Jerusalén. Todas las veces que Dios nos lo pida hay que salir de Nazareth, confiados en Él. Dios irá guiando nuestros pasos -"como con una estrella" (cfr. Mt 2,2; 2,9-, señalando nuestro camino y conduciéndonos adonde Él nos quiera llevar.

        Sólo hace falta salir de Nazareth, sólo hace falta querer salir de Nazareth, dirigirnos adonde Dios quiera y confiar mucho en Él, porque "sólo Él es nuestro Camino" (cfr. Jn 14,16).

        Salir de Nazareth: riesgo y aventura, abandono en el Padre, amor de Dios. Salir de Nazareth: Belén, Egipto, Jerusalén: ahora y siempre.

        Salir de Nazareth en cuanto Dios nos llame.
        Salir de Nazareth aquí y ahora... Mañana puede que lleguemos tarde a Belén, a Egipto o a Jerusalén y ya sea tarde.

        Salir de Nazareth o no decirle a Dios nunca jamás "hágase tu voluntad."
       Salir de Nazareth -alegres y confiados- cantando el salmo 39: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad."

        Salir de Nazareth.